Adaptación al cambio Según la Psicologia*
¿Qué es la adaptación al cambio?
El ser humano forma parte de este mundo
dinámico y, por tanto, sujeto a múltiples cambios a los que debe adaptarse para
mantener su estabilidad psicofísica y su bienestar psicológico. Cuando el cambio está provocado por
un suceso que altera el estado psicológico de la persona la adaptación
constituye un requisito imprescindible para volver al equilibrio y la
estabilidad. En este ámbito, la capacidad para adaptarse a los cambios puede
considerarse como una propiedad de la mente humana relacionada con el mecanismo
de la homeostasis psicológica, y se entiende como “el conjunto de cambios
ocurridos en el Yo (cognitivos y/o conductuales) a instancia de los cambios
producidos en el entorno con el fin de mantener la estabilidad emocional y el
equilibrio psicológico”.
El mecanismo de la adaptación funciona
bien cuando el cambio producido no tiene mucha trascendencia, pero cuando un
determinado suceso provoca un cambio que afecta de forma negativa a
alguno de los factores fundamentales que conforman nuestra vida diaria, como
sucede con la pérdida de una persona querida, de una capacidad física, de una
situación privilegiada, de un bien valioso, de un prestigio profesional o
relevancia social, la adaptación presenta más dificultad y las consecuencias
negativas de la no adaptación son más graves.
Cómo afectan los cambios a la mente
Está demostrado que si la respuesta
ante un suceso vital estresante o con una gran carga emocional no es adaptativa
se corre el riesgo de sufrir un trastorno de adaptación (TA) que
el DSM-V define como una reacción de desajuste a una situación psicosocial
estresante, desarrollándose un conjunto de síntomas emocionales o conductuales
y cuyas manifestaciones clínicas pueden incluir estados de ánimo depresivo
(sentimientos de tristeza y desesperanza), ansiedad, preocupación, sentimiento
de incapacidad para afrontar los problemas, de planificar el futuro
o de poder continuar en la situación presente y un cierto grado de deterioro
del cómo se lleva a cabo la rutina diaria (puede implicar conductas
problemáticas, de riesgo o imprudentes).
Esta reacción puede aparecer en
respuesta a un solo evento puntual, como un accidente de tráfico grave o el
fallecimiento de un familiar, o tras la vivencia de un período de tiempo
estresante, como es el caso de problemas matrimoniales o laborales graves. La
persona que padece un trastorno de adaptación tiene la sensación de que la
situación a la que se enfrenta es insostenible, pero no es capaz de vislumbrar
una solución, se siente atrapada, ya que las dificultades que experimenta sobrepasan
su capacidad de afrontamiento, provocando la frustración y el malestar que
generan un comportamiento que es desproporcionado respecto a la gravedad o
intensidad de la situación estresante.
Los sucesos perturbadores y los traumas psicológicos además de las consecuencias
anteriores, también suelen provocar la aparición de algunas carencias
personales (físicas, afectivas, económicas, de sentido de la vida) o bien
generar unas nuevas necesidades que satisfacer y, en este sentido, el proceso
de adaptación va avanzando a medida que se van llenando las carencias,
proveyendo satisfacción a las nuevas necesidades y generando proyectos
ilusionantes que devuelvan la estabilidad y el bienestar psicológico a la
persona.
El proceso de adaptación según la
psicología: habilidades
La adaptación es el proceso que permite
pasar de un estado de malestar psicofísico provocado por un cambio en las
circunstancias que envuelven la vida de una persona, a otro estado de bienestar
mediante una actuación en alguno de los aspectos vitales que se han visto
afectados por dicho cambio. Una característica importante de este
proceso es que sus efectos no son inmediatos y pueden dilatarse en el tiempo.
El proceso de adaptación a los cambios debe cumplir dos requisitos
básicos para que sea eficaz:
1. La capacidad de aceptación
Aceptar que el acontecimiento ocurrido
ha modificado de forma irremediable o de difícil recuperación alguno de los
pilares que soportaban nuestra existencia cotidiana, dando lugar a una nueva
situación perjudicial o desfavorable no deseada. Esto nos lleva a tener que
asumir la irreversibilidad de la situación preexistente e impulsar la
adaptación a la nueva. No puede darse la adaptación si mantenemos
constantemente en nuestra consciencia el recuerdo del pasado y dejamos que éste
influya en nuestra cotidianidad. Además, el aceptar la situación conlleva
también de forma implícita otras aceptaciones añadidas:
·
Aceptar que toda situación puede cambiar, ya sea para bien o para mal, lo que
hace que la vida tenga necesariamente momentos y situaciones agradables y otras
desagradables y de sufrimiento que se intercambian de forma alternativa. La
vida nos invita a disfrutar de momentos agradables y placenteros, pero también
lleva inserta la semilla del dolor y el sufrimiento que puede germinar en
cualquier momento.
·
Aceptar que no podemos controlar gran parte de
los sucesos que pueden afectarnos negativamente, bien de origen
personal (enfermedades, discapacidades físicas o intelectuales) o bien
provenientes de nuestro entorno (accidentes, desastres naturales, conflictos
interpersonales, etc.) y la mayoría de las veces nos limitamos a elegir entre
las posibilidades que éste nos ofrece.
·
Aceptar aquello que no podemos cambiar de
nosotros y/o de nuestro entorno. La nueva situación puede que requiera cambios
en la forma de ver y de relacionarse con nuestro entorno, pero no todos los
cambios deseados serán posibles.
2. La búsqueda de bienestar
La situación creada por el suceso
perturbador suele llevar aparejada la desaparición de expectativas, ilusiones,
deseos y objetivos de futuro que teníamos, se quiebra el presente y se
diluye el futuro previsto. Esto nos obliga a definir un nuevo
escenario para el desarrollo de nuestra vida y a poner en práctica las acciones
necesarias para que este escenario pueda generar un estado psicofísico de
equilibrio y bienestar, eliminando la incertidumbre y la inseguridad que nos
aflige.
Para llevar a cabo esta misión el
requisito fundamental es tener una actitud proactiva, pues muchas
personas afectadas por un cambio vital tienen una fuerte predisposición a
pensar que nada cambiará y un deseo incuestionable de que todo permanezca
igual, sobre todo si tienen dificultades para dominar las situaciones nuevas,
por lo que prefieren quedarse en el pasado. Pero la realidad acaba por
imponerse y no pueden evitar las consecuencias: la soledad, la falta de
recursos económicos, las carencias afectivas, el estancamiento profesional, las
limitaciones físicas o sensoriales, la falta de ilusiones, el miedo al futuro,
etc., y todo ello dificulta enormemente el proceso de adaptación.
Adaptación al cambio y flexibilidad
Ante un cambio vital, la quietud, la
pasividad o el conformismo son actitudes poco vitalistas, aunque en ocasiones
comporten un estado de bienestar. Está demostrado que la negación del suceso
que ha provocado el cambio, o la evitación de su recuerdo, aunque genere
bienestar a corto plazo, no elimina el hecho de que el acontecimiento se haya
producido, por lo que seguirá existiendo en nuestra mente aguardando momentos
de debilidad psicológica para emerger y causar nuevamente sufrimiento.
En este sentido, la predisposición y
la actitud positiva para enfrentarse a la nueva situación
vital deben ser firmes pero también flexibles. Un ejemplo ilustrativo del
camino a seguir nos lo da la física de sistemas:
“Si llenamos de
agua líquida un recipiente de forma cúbica, ésta se adaptará fácilmente al
contorno del recipiente y adoptará su forma, pero ante cualquier fuerza externa
que agite el recipiente la perderá, pues su naturaleza líquida le hace
inestable. Si está en estado sólido, como el hielo, si no tiene la misma forma
y tamaño no podremos introducirlo en el recipiente y para adaptarlo a él
tendremos que utilizar la fuerza y se romperá. Sin embargo, un estado
intermedio, como el viscoso o gelatinoso, se adapta perfectamente a cualquier
recipiente de forma lenta, lo que le permite mantener su estructura si es
sometido a una fuerza, y es más estable que el líquido.”
Habilidades
para adaptarse al cambio
En el caso del ser humano, una actitud
rígida e intransigente (sólida) frente al cambio de su situación
dificultará o impedirá la adaptación y será causa de desequilibrio psicológico.
Asimismo, una persona que esté dispuesta a aceptar cualquier cambio,
por mínimo que sea, en sus condiciones y circunstancias vitales (líquida)
también sufrirá inestabilidad, pues le será difícil encontrar las condiciones
adecuadas a su persona y correrá el riesgo de perder su propia identidad. La postura
intermedia (gelatinosa) permite adaptarse a las nuevas situaciones que
surjan de forma más pausada y meditada, evitando errores y manteniendo la
integridad y continuidad de la identidad psicológica de la persona. Descubre
aquí cómo tener una actitud positiva en momentos difíciles.
La capacidad de adaptarse a los cambios
y la monitorización
En el ámbito de la psicología un
término que sigue este planteamiento es el de auto-observación o monitorización, definido
como: “la capacidad de la persona para percibir las claves de la conducta
más conveniente en cada situación y actuar así en función de las exigencias de
ésta, dejando a un lado sus propias convicciones y disposiciones internas”.
Esta capacidad permite a la persona ser
flexible y desarrollar una conducta adecuada a las circunstancias. Si
la persona es capaz de aceptar su situación y continuar desarrollando sus
aspectos vitales estará respondiendo de una forma flexible. Sin embargo, si se
niega a aceptarla y se enreda en una lucha contra sí mismo para negar la
evidencia puede desarrollar un patrón inflexible que le haga alejarse de la
necesaria adaptación.
Adaptación como estrategia psicológica
La persona y su entorno forman una
unidad indisociable, están correlacionados, de forma que el cambio en uno
afecta necesariamente al otro, luego la adaptación a la nueva situación puede
que necesite un cambio en nosotros y/o en nuestro entorno. Así, puede
observarse que hay personas que centran su estrategia en lo personal, en
prestar atención a su Yo íntimo (meditación, yoga, espiritualidad, etc.) y sólo
acuden al entorno como apoyo a esta intimidad (el consejo de personas de
confianza, un guía espiritual, etc.). Sin embargo, otros ponen el foco de
atención en el entorno: la familia, el trabajo, los viajes, los amigos,
participar en eventos sociales y culturales, etc.
Ante esta doble perspectiva cabe
preguntarse:
1. ¿Puedo cambiarme a mí mismo,
esto es, cambiar la forma de ver las cosas, la forma de interpretar la
situación sobrevenida y de valorar sus consecuencias y, por tanto, cambiar mi
actitud y forma de actuar?
2. ¿Puedo modificar el entorno para
que favorezca mis expectativas de forma que me permita una cierta estabilidad,
equilibrio y bienestar psicológico?
3.
¿Debería modificar los dos a la vez?
Objetos de cambio en la adaptación
psicológica
En el caso de elegir una estrategia
centrada en la persona, la cuestión se centra en determinar qué capacidades
y/o aptitudes se requieren para adaptarnos a nuestro entorno, qué
función podemos desarrollar y cómo debemos relacionarnos con él a partir de
ahora. Una forma de afrontar esta misión desde el punto de vista psicológico es
mediante una reestructuración cognitiva para establecer una nueva forma de
interpretar las cosas, de sentir y de actuar (incluye la imaginación y
creatividad para proponer cambios; la modificación del sistema de valores
morales, sustituyendo los inapropiados por otros más adaptativos; los cambios
de comportamiento, costumbres y hábitos que resulten perjudiciales por otros
más adecuados).
Si la estrategia elegida es actuar
sobre el entorno, las relaciones persona-entorno pueden agruparse en tres
escenarios vitales básicos: el familiar, el social y el laboral, y el cambio
puede darse en cualquiera de los tres ámbitos. Según cuál de ellos sea el
afectado deberá adoptarse una estrategia u otra valorando las circunstancias
personales en cada ámbito. En virtud de estos escenarios, algunos ejemplos de
estrategias podrían ser:
·
Familiar: modificación del tipo y la forma en que se producen las
relaciones con los familiares involucrados (fortaleciendo o disminuyendo los
vínculos según los casos).
·
Social: establecimiento de nuevas relaciones sociales o modificar
algún aspecto de las existentes.
·
Laboral: buscar una actividad y un entorno que faciliten la
autorrealización manteniendo una cuota de bienestar personal adecuada (relación
equilibrada personal-laboral).
Hay que tener en cuenta que modificar
el entorno para que se adapte a nuestras expectativas suele
ser difícil, pues la mayoría de elementos que lo componen están fuera de
nuestro control, por lo que suele ser más efectivo centrarse en nuestro
propio Yo (un antiguo proverbio dice: “Un hombre no puede cambiar
la dirección del viento, pero sí puede cambiar la orientación y el sentido de
las velas”).
En cualquier caso, se trata de construir
una nueva realidad dentro de la cotidianidad teniendo en cuenta las
oportunidades que tenemos a nuestro alcance y las limitaciones personales y del
entorno que nos afectan. Para ello es aconsejable empezar por buscar las
pequeñas oportunidades que nos ofrezca el entorno y que, aunque parezcan
irrelevantes, puedan servir de puntos de anclaje donde apoyarse para ir poco a poco
alcanzando metas más importantes en el camino de la adaptación.
En este aspecto es necesario
prestar atención a las emociones, que son el motor de la acción, y estas
pueden ser emociones positivas (facilitan el cambio) o negativas
(lo impiden o dificultan). Un control de las emociones negativas que se desprenden de la situación
sobrevenida (miedo, frustración, tristeza, ira, etc.) y una activación de las
positivas (ilusión, esperanza, motivación, alegría, etc.) resultan
imprescindible para lograr la adaptación. No obstante, en algunas ocasiones la
estrategia elegida para crear una nueva realidad implica asumir un coste
(emocional, económico, logístico, etc.) y, además, el riesgo de que pueda dar
lugar a otra situación también perturbadora, por lo que deberíamos evaluar si
los beneficios o ventajas que puede reportar esta serán superiores a los costes
que ello comporte.
Todas las actuaciones emprendidas ante
los cambios crearán conductas tipo que formarán, con el tiempo, patrones de
adaptación. Gradualmente y a medida que estos patrones adaptativos vayan
formando parte habitual de nuestra cotidianidad (esto es, cumplen su función y
nos adaptan a la nueva situación) empezaremos a ver las cosas de manera
más equilibrada, permitiéndonos una respuesta más flexible en lugar de una
reacción aflictiva automática, única e invariable. Los patrones de adaptación
confieren una cierta estabilidad emocional y equilibrio psicológico, pero
también tienen un gran inconveniente, pues si nos dejamos guiar por ellos de
forma inflexible y rígida restringen otras opciones de actuación que sean más
apropiadas a las circunstancias del momento.
Conclusión de la adaptación psicológica
al cambio
El proceso previo de aceptación y el
posterior de adaptación a la nueva situación suelen ser lentos y complicados.
La persona debe asumir y aceptar la impotencia y frustración ante la situación
sobrevenida y estar dispuesta a superarla, pues una situación de desequilibrio
psicológico prolongado suele llevar a la persona a un estado de desesperanza y
falta de ilusión por la vida. Igualmente, debe asumir que una
adaptación satisfactoria a la nueva situación es posible y, por tanto,
no caer en la desesperación ni pensar que esta situación desagradable no tiene
fin (puede observarse que la gran mayoría de las personas que han sufrido la
pérdida de una persona allegada con el tiempo cambian su estado mental y su
actitud ante la vida y terminan adaptándose a la nueva situación con mayor o
menor facilidad).
Es difícil dejar a un lado el recuerdo
de la situación personal que se disfrutaba y controlar el impulso a la
resignación y a dejarse llevar por las circunstancias, pero en vez de luchar
contra los pensamientos, las emociones y las sensaciones desagradables que
afloran en nuestra consciencia, debemos construir una nueva situación, un nuevo
escenario vital con las miras puestas en el futuro y no en el pasado, esto es:
forjar el presente de espaldas al infortunio del pasado y mirando de
frente al futuro con ilusión y esperanza.
Este artículo es meramente informativo,
en Psicología-Online no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni
recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate
tu caso en particular.
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* Documento bajado de https://www.psicologia-online.com/la-adaptacion-al-cambio-segun-la-psicologia-4380.html el 15 de abaril a las 1955 horas.
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